En nuestro desempeño profesional, es habitual que sus tutores nos confiesen, no sin cierto reparo, que más que propietario o dueño de su mascota, se consideran sus padres: son sus perrhijos y gathijos. Muchos de ellos han conocido familiares, adiestradores o aficionados al mundo canino que les censuran esta actitud y se sorprenden cuando, como profesionales, les damos la razón y compartimos su forma de considerar a sus “mascotas”.

Y lo confirmamos sin ningún tipo de pudor: son un miembro más de la familia y nosotros somos sus tutores o sus padres humanos.

perrhijos y gathijos que son

Caer en el antropomorfismo (humanización) de los perros, es un error que conduce a múltiples malinterpretaciones y problemas relacionados con incomunicación e incomprensión, que derivan frecuentemente en un maltrato inocente e inconsciente por parte de los propietarios. Pero, sinceramente, caer en el especismo retrógrado es incluso más dañino y conlleva consecuencias aún más negativas e intolerables.

La organización social del perro está siendo objeto de estudio últimamente y, descartada ya su obsoleta equiparación con la organización social del lobo en cautividad (jerarquías rígidas basada sólo en dominancia/sumisión con lobos alfa, beta y gamma), existe evidencia científica sólida de que los perros se organizan en grupos sociales diferentes a las manadas de los lobos, con normas y organizaciones jerárquicas flexibles (más similares a una familia humana).

Es más, el cachorro, que inicialmente posee y aplica unas tendencias innatas para relacionarse con los miembros de su especie (las pautas de dominancia/sumisión), al ser introducido en una familia humana con otro tipo de pautas de interrelación, experimenta una progresiva atrofia de estas pautas innatas para aprender (hasta cierto punto) las del entorno en el que está y así adaptarse al máximo.

Entonces, si nuestros perros, pese a saber que no somos perros y tratarnos diferente, nos consideran parte de su grupo social, parte de su familia, ¿por qué no hemos de considerarlos nosotros hijos no humanos? ¿Se trata, como algunos refieren con sorna, de otro de nuestros numerosos trastornos mentales o tiene algún fundamento?

¿Qué son: perrhijos, hijos o sólo mascotas?

¿Cómo perciben los humanos la relación entre padres e hijos y humanos-perros propios? Un modesto pero interesante estudio de un grupo de investigadores del Hospital General de Massachusetts (MGH) ha intentado contribuir a dar respuesta a esta pregunta investigando qué estructuras cerebrales se activan y en qué grado cuando las mujeres ven imágenes de sus hijos y de sus perros (ver referencia al final de la entrada).

Gracias a estudios previos, sabemos que los niveles de ciertas neurohormonas como la oxitocina (involucrada en la vinculación y el apego materno) aumentan tras interaccionar con los animales domésticos. La investigación mediante las nuevas tecnologías de imagen cerebral es de gran ayuda para esclarecer las bases neurobiológicas de esta relación.

A fin de comparar los patrones de activación del cerebro involucrados en el vínculo humano-mascota (perro) con los provocados por el vínculo materno-infantil (bebé), el estudio se valió de un grupo de mujeres con al menos un niño de 2 a 10 años de edad y un perro con el que hubieran convivido al menos dos años.

Se hicieron dos sesiones: la primera sesión se realizó en su casa y en durante la misma los participantes completaron varios cuestionarios con preguntas sobre sus relaciones con el niño y el perro. Por otro lado, se fotografió tanto a sus hijos como al perro. La segunda sesión se llevó a cabo en el Centro Athinoula A. Martinos para la Imagen Biomédica , donde se empleó la resonancia magnética funcional (fMRI) para medir los niveles de activación de las estructuras cerebrales específicas (mediante la detección de cambios en los niveles de flujo de sangre y oxígeno) mientras los participantes veían una serie de fotografías. Se alternaron imágenes del hijo y del perro de cada participante con las de un niño desconocido y un perro de otro participante. Después de la sesión de exploración, se evaluó en cada participante el reconocimiento y atención a las fotos presentadas y se le pidió que calificara varias imágenes de cada categoría en base a factores relacionados con agrado y emoción.

La mayor parte de los sujetos de pruebas que participaron eran mujeres caucásicas, sobre los 40 con un coeficiente intelectual de 110, casadas, empleadas a tiempo completo, con hijas sobre los 5 años con gran apego a su mascota (machos y hembras por igual de edades comprendidas entre los dos y los 10 años).

Finalmente sólo se pudieron usar los datos e imágenes cerebrales de 14 de las 16 mujeres inicialmente inscritas (hay que entender que esta muestra o cantidad de sujetos estudiados es muy limitada, por lo que los resultados del estudio también son limitados).

El estudio de los datos encontró similitudes y diferencias en el modo en que ciertas regiones importantes del cerebro reaccionaron a las imágenes del hijo de una mujer y perro propios.

Áreas importantes relacionadas con la emoción, la recompensa, la afiliación, el procesamiento visual y la interacción social mostraron una mayor actividad cuando las participantes vieron tanto a su hijo como a su perro. Una región conocida por su importancia para la formación del vínculo– sustancia negra/área tegmental ventral (SNI/VTA) – se activó sólo en respuesta a las imágenes de su propio hijo. Por otro lado, una cuestión interesante es que el giro fusiforme (implicado en el reconocimiento facial y otras funciones de procesamiento de imágenes), mostró una mayor respuesta a las imágenes del perro propio que a las de hijo propio.

activación cerebral en madres con hijos y perrhijos
Figura 3: Similar (pero mayor) activación para el niño propio (a y b) que para el perro propio (c y d)  en madres que poseen un perro (n = 14). doi:10.1371/journal.pone.0107205.g003

Como comentábamos, al ser un estudio limitado con una muestra pequeña que representa sólo a un sector de la población: mujeres con hijos, obviamente no puede aplicarse a otros individuos ni generalizarse, no obstante, parece que estas mujeres entienden a sus mascotas como miembros del grupo social (interacción social) que reconocen como familiares (reconocimiento facial) con similar vínculo (pero menor) que a sus hijos humanos. Por tanto, ni hijos, ni meras mascotas: para ellas son perrhijos.

Según Lucas Stoeckel, doctorado en Psiquiatría y co-autor principal:

«Los resultados sugieren que existe una red cerebral común importante para la formación de vínculo y la activación de procesos cerebrales cuando las madres ven imágenes tanto de sus hijos como de su perro.

«También observamos diferencias en la activación de algunas regiones que pueden reflejar una variación evolutiva en el curso y la función de estas relaciones. Por ejemplo, al igual que el SNI/VTA, estudios realizados tantos en humanos como animales concluyen que el núcleo accumbens puede tener un papel importante en los lazos de pareja, sin embargo, esa región mostró una mayor activación cuando las madres vieron imágenes de su perro que cuando vieron las de su hijo.

«Pensamos que la mayor respuesta de la circunvolución fusiforme a las imágenes de los perros propios puede reflejar una mayor dependencia visual que verbal en la comunicación entre humanos y animales «.

Otro co-autor, Randy Gollub, también Doctor, añade:

«La fMRI es una medida indirecta de la actividad neuronal y sólo se puede correlacionar la actividad cerebral con la experiencia de un individuo. Será interesante ver si futuros estudios pueden probar directamente si éstos patrones de actividad cerebral se explican mediante las funciones cognitivas y emocionales específicas implicadas en las relaciones entre humanos y animales».

Obviamente es necesario un estudio algo más ambicioso que intente obtener esos mismos resultados en una muestra mayor o comprobar si también se hallan en otros sectores de población (mujeres sin hijos, padres y parejas con niños adoptados, con otras especies animales como mascotas…) pero combinar los estudios de resonancia magnética funcional con medidas de comportamiento y estudios fisiológicos podría proporcionar todavía más evidencia que apoyara la relación directa entre la actividad cerebral observada y las funciones mencionadas, así que es un interesante comienzo.

Mientras la investigación científica va avanzando y arrojando luz sobre la cuestión de la naturaleza y fortaleza del vínculo entre humanos y perros, nosotros seguiremos convencidos de que todos los perros se consideran “perrhijos” (o perrihermanos, perrisobrinos…) de sus compañeros humanos, aunque por desgracia no todos los humanos con perro se hayan dado cuenta aún de ello.

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Referencia:

Luke E. Stoeckel, Lori S. Palley, Randy L. Gollub, Steven M. Niemi, Anne Eden Evins. Patterns of Brain Activation when Mothers View Their Own Child and Dog: An fMRI Study. PLoS ONE, 2014; 9 (10): e107205 DOI: 10.1371/journal.pone.0107205

3 comentarios

  • Muy muy interesante el artículo. Sería genial qu eesto se llegase a instaurar en el conocimiento de la gente.

    ¿Y qué tal unos ejemplos de los errores que se cometen con la antropomorfización de las mascotas?

    • Muy buen tema para una futura entrada 😉 Es necesario un gran esfuerzo por parte de todos para exportar al conocimiento general los resultados del avance científico y desterrar mitos y creencias populares obsoletas. Quizá, los errores menos conocidos pero más peligrosos son los errores que realmente no lo son, pero la idea general de la gente es que sí. Oímos muchos «ya sé que esto no es así» o «ya sé que mi perro no me entiende pero…» y en realidad, se ha demostrado que sí. Hay que abrir la mente y dejar que entre aire fresco, que la ciencia desmiente… ¡Pero también da la razón! Muchas gracias por tu comentario 😀

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